martes, 28 de mayo de 2013

Memoria



Título: Memoria
Serie: Hetalia
Pareja: Alemania x Italia
Género: Romance
Advertencias: Ninguna
Autor: Dianna Vega
Palabras: 2144
Tipo: One-shot
Beta: Meani Kone

LargeResumen:
Alemania ha tenido sueños raros, borrosos, algunos tan claros como el agua, ¿qué significado tendrán?

Disclaimer:
Todos los personajes pertenecen a Himaruya Hidekaz. No hay lucro con esta historia, solo intenciones de entretener al lector.

Notas de Autor:
Espero la disfruten, tanto como yo lo hice escribiéndola.


-x-


Memoria
Por Dianna Vega


¡Buenos días Sacro Imperio! —se acercó corriendo alegremente el pequeño hacia el contrario.

¡De-detente! —ordenó firmemente.

¿Uhm? —preguntó con curiosidad.

¿Por qué tú… a pesar de que huyes cuando yo te persigo, me persigues cuando yo estoy huyendo?

Sacro Imperio…

Escucha Italia, hay algo que tengo que decirte —hizo una breve pausa—. Perdón por todo lo que pasó hasta ahora. Ya no nos volveremos a ver, así que puedes estar tranquila.

¿Qué quieres decir? —preguntó muy asustado.

Es exactamente lo que dije…

Uno de los soldados interrumpió sin querer aquella plática.

Sacro Imperio, tenemos que irnos —agregó.

Sí. Nos vemos, cuídate mucho.

Y entonces dio la media vuelta. Italia, a pesar de ser aún muy pequeño, sentía una punzada en su pequeño corazón que le hacía sentir mucho dolor. No quería que Sacro Imperio se marchase, definitivamente no.

¿En verdad te vas? No...¡No quiero eso, Sacro Imperio Romano!  —pensó para sí mismo; y en un acto por detenerle alzó sus manitas, moviéndolas de arriba abajo para llamar su atención—. ¡Espera, espera! ¡No! ¿Qué puedo hacer? —y entonces gritó con más fuerza—: ¡Sacro Imperio Romano!

Logró que el otro voltease a verlo, se podía ver en su mirada la tristeza de pensar que nunca se volvieran a encontrar.

Toma esto —le mostró la escoba que usaba a diario para hacer la limpieza—, piensa que soy yo y llévalo contigo.

¿Uhm? ¿Una… escoba? —se quedó pensando—. ¿Por qué me das algo así? —entonces lo recordó, Italia siempre la traía consigo, así que supuso que por eso se la daba—. Italia…—se acercó nuevamente a él tomando con delicadeza la escoba—. Gracias, acepto tus sentimientos.

Y un momento de silencio se hizo presente…

—¿En tu casa que se hace por la persona que uno quiere? —preguntó algo avergonzado.

—Tal vez un be-beso —respondió con timidez.

—Ya veo… —sin dudarlo dos veces se acercó a él, acortando poco a poco la distancia entre ambos rostros, uniendo ambos labios en un corto pero dulce beso.

¿En verdad?

Es verdad. No estoy mintiendo.

Qué felicidad —esbozó una amplia sonrisa denotando aquel sentimiento.

Tengo que irme. En cuanto acabe la batalla, vendré sin falta a verte.

¡Sí! Prepararé muchos dulces y esperare, ¿sí? —las lágrimas eran inevitables en ese momento—. No te lastimes ni enfermes, ¿de acuerdo?  Volveremos a vernos sin falta, ¿sí? ¡Sin falta! ¿Está bien? 
—decía mientras le veía marchar.

“No importa cuántos años pasen, ¡eres la persona que más quiero en este mundo!”

Alemania se levantó de golpe de su cama, de nuevo aquel sueño. No hace unos cuantos años que aparecía en su mente, pero últimamente lo soñaba con más frecuencia. No entendía cómo podía soñar tan detalladamente aquella pequeña escena. Quizás era sólo un mal sueño. , se decía a sí mismo, eso podría ser

Miró el reloj, eran las nueve de la mañana y, típico, un Italia dormido a su lado. Ese hábito de su amigo ya le daba igual, no le molestaba, prácticamente se estaba acostumbrado a ello. Era neutral en otras palabras.

—Oye, Italia, despiértate de una vez —dijo zarandeándolo ligeramente.

—Ve~ —fue la única respuesta que obtuvo y eso le enfureció un poco.

—Maldición… —se llevó una mano a la nuca frotándosela suavemente.

Ante el fallido intento de despertar al italiano, optó por rendirse en esa batalla y salir de la cama en  busca de algo por desayunar; aún se preguntaba por qué Feliciano no dormía en su propia casa. Ya se lo había preguntado antes, pero obtenía la tonta repuesta que era el temor de dormir solo y el miedo a la oscuridad. Él era todo un adulto, tenía que actuar como tal.

Al abrir el refrigerador sacó algo de Wrust que había preparado el día anterior, lo puso a calentar y en lo que esperaba se preparó un café bien cargado.

—¡Buenos días, Alemania~! —al fin despierto se abalanzó sobre el rubio abrazándolo muy fuerte por detrás.

—Buenos… días —respondió en tanto se ponía algo nervioso ante el contacto. Esperen, ¿nervioso?, no, más bien fue un cosquilleo que apareció en su estómago.

—Ve~ ¡Alemania, Alemania! ¿Puedo preparar pasta? ¿Puedo, puedo? — le picó con ternura sus mejillas casi rogándole la petición.

—Está bien —suspiró pesadamente—. Sólo no ensucies demasiado, ¿sí?

—¡Sí señor!

Italia corrió felizmente hacia la vitrina de la despensa; tomó los ingredientes necesarios,  una gran cacerola para hervir agua y todo el entusiasmo del mundo. Si había algo que Italia hacía muy bien era cocinar, no por nada era uno de los mejores países, después de Francia, con la mejor comida Gourmet del mundo. Pasados unos 30 minutos por fin estuvo lista la pasta, Italia le sirvió un poco a Alemania pero había algo raro en este último, estaba distraído en sus pensamientos sin notar el poco desastre que había dejado Italia en la cocina.

—Ve~ Alemania, ¿te sientes bien? Te noto raro… —preguntó ladeando ligeramente la cabeza.

—¿Ah? Sí, sí…—mintió, no le traería molestias a Feliciano.

—¿Seguro? Alemania, soy tu amigo, puedes confiar en mí. Ve~ —le sonrió ampliamente para animarle un poco, sin embargo no obtuvo respuesta porque, de nuevo, su amigo desvió la mirada a algún punto perdiéndose ahí una vez más. Así que se levantó de su silla, se puso firme frente al alemán y besó con rapidez sus labios.

—¿Pero qué…? — sólo así salió de su trance, miró confundido a Italia cómo si en sus ojos hallara la respuesta.

—Me ignorabas~, te estaba hablando y no me hacías caso. Pero ahora que tengo tu atención debes decirme qué te pasa —se cruzó de brazos haciendo un ligero puchero, era realmente tierno ver cómo se preocupaba por él.

—Italia, yo… —su sueño de por si lo había aturdido, ahora el beso más—. Mira, siéntate.

Le indicó que se sentase a su lado para explicarle mejor la situación sin que sonase muy vergonzoso. Tomó aire y le contó sobre su sueño, aquella sirvienta que le había dado esa escoba a aquel pequeño país, la despedida, ese beso, todo. Después de relatarle su sueño se cubrió el rostro con ambas manos, realmente quería hallar la respuesta del porqué soñaba eso cada noche; no tenía recuerdos de su infancia. Su hermano, Prusia, fue el único que se encargó de él, sin embargo no tenía más recuerdos que eso, nada más que entrenamiento en parte de su infancia.

Observó a Italia, tenía un semblante diferente, estaba como “impactado”, viendo hacía la nada; el italiano sabía perfectamente que aquella sirvienta era él mismo de pequeño, de cuando Sacro Imperio Romano fue hacia batalla… y perdió la vida, o eso le había dicho Francia.

—Alemania… eso sí pasó… fue real —su voz se escuchaba apagada. Al parecer Italia estaba… ¿triste? El alemán nunca lo había visto de esa manera.

—Pa… ¿Pasó? —preguntó sin creérselo—. Pero, lo que más me extraña, es el por qué lo sueño yo. No tengo recuerdos buenos de mi infancia, constantemente estaba en entrenamiento con mi hermano…

—El niño con el que soñaste era Sacro Imperio Romano… mi primer amor —soltó un leve suspiro— .Y la sirvienta era yo. En ese entonces nos habían separado a niichan y a mí. Yo me encargaba de la limpieza en la casa del señor Austria junto con Hungría-san y a niichan se lo llevó España-niichan.

—Ya veo —hizo una breve pausa y recordó que aún seguía desaliñado y con el pijama puesto. Bah, ya no le importaba, quería descasar por un día e intentar aclarar ese sueño.

—A mí me dijo Francia-niichan que Sacro Imperio murió en la batalla y que no tenía caso que estuviese esperando por él, sin embargo, algo dentro de mí me dice que eso no era verdad, que él aún estaba con vida.

Nunca había visto a Italia en ese estado, dio con su punto. Se maldijo a si mismo por haberle hecho sentirle tan mal, después de todo le quería, ¿o más que eso? En eso sonó el teléfono de la casa de Alemania, era Prusia.

—East, ¿qué pasa? —contesto con pesadez, tan temprano su hermano lo tenía que molestar.

—¿Qué te pasa a ti? Te oyes muy molesto.

—Mira suspiró un poco—. Ahora no tengo tiempo, andaba arreglando unos asuntos.

—¡¿Pero qué diablos te pasa West?! Te conozco, así que habla ahora —definitivamente, Prusia era el menos indicado al que quería contarle su sueño.

—Promete no burlarte —dijo con voz firme.

—Lo prometo, lo prometo, ¡pero anda ya! ¡Habla! —dijo en un tono desesperado.
Y entonces le relató todo como se lo contó a Italia. La expresión de Prusia, que afortunadamente Alemania no la veía, era un tanto sorprendente, sabía que era el momento de hablar con la verdad, de su origen y explicarle porqué no tenía recuerdos de su infancia.

—West, hay algo de lo que debo hablarte —Alemania pudo notar su cambio de voz, definitivamente era un día raro, ¿qué diablos le pasaba a todo el mundo?

—¿Uhm? ¿De qué? —esperó ansioso la respuesta del contrario, giró levemente la cabeza y observó que Italia le miraba desde la entrada de la cocina.

—Verás, ese niño, Sacro Imperio Romano, eras tú. Hace varios años, en esa batalla, resultaste muy herido. Te llevé a casa lo más rápido que pude, también llamé a Francia, es bueno en medicamentos —hizo una breve pausa y luego prosiguió—. Desgraciadamente perdiste la memoria, lo que significaba que tenías que ser un nuevo país. Yo me encargué de ponerte el nombre, cuidarte y curar tus heridas restantes.

—Pero que dem… ¡¿POR QUÉ NUNCA ME MENCIONASTE ESO?! —había un muy notorio tono de enfado en su voz, estaba ahora ¿impactado?, no, eso es poco para todas las emociones encontradas que sentía en el momento.

—Creí que pronto recuperarías la memoria, estaba claramente en un error. Pero, tu sueño… no es más que un fragmento de tu memoria diciéndote quién eras, de dónde venías y a la gente que conociste.

—Un momento —se quedó pensando—. Italia fue aquel niño que besé… ¿desde entonces estaba enamorado de él? ¡¿Qué demonios estoy pensando?! East, tengo que colgar— y sin previo aviso lo hizo sin escuchar las últimas palabras del mayor.

Se tambaleó pensante al sofá. Si todo eso era cierto, ¿qué era lo que en verdad sentía por Italia? ¿Amor? ¿Cariño? No lo sabía.  Tímidamente el nombrado se acercó a él, poniéndose enfrente y mirándole algo preocupado.

—A… Alemania —posó una mano temblorosa sobre su hombro derecho.

—Dime, Italia, ¿qué recuerdas de Sacro Imperio? —vio su mirada dirigirse al suelo, en espera de su respuesta. No quería causarle más recuerdos dolorosos, pero tenía que saber todo acerca de su pasado.

—Él… también vivía en la misma casa que Austria, me decía que quería formar de nuevo el Imperio Romano junto conmigo, yo no se lo permití. No dejaría que le pasará algo malo como sucedió con mi abuelo, aunque de verdad lo amaba —se sentó a su lado colocando su cabeza en el hombro de este, a lo que Alemania reaccionó sorprendido ante su acto.

—Ya… ya veo. Verás, quien habló hace unos minutos fue mi hermano, me dijo que yo había sido ese niño, que en el campo de batalla yo estaba muy herido y que, por ende, había perdido la memoria. Sinceramente, lo pensé una locura, pero ahora siento que es totalmente la verdad. Eso explica los sueños, del porque no recordaba mi infancia o de cómo había nacido…

—¿Q-qué? —Italia no reaccionaba, sabía que Alemania tenía algo especial, pero ahora—. Alemania… —lo abrazó con fuerza. El contrario se quedó inmóvil, una sensación de alegría invadió a Italia, él siempre había estado a su lado pero nunca se dio cuenta, esta vez no lo dejaría ir, no se lo permitiría—. ¡Yo te voy a ayudar a recordar todo~! —exclamó con una gran sonrisa; peligrosamente estaban muy cerca los rostros de ambos.

—Sí, gracias, Italia —y sin dudarlo dos veces, lo besó. Fue un beso corto, pero suave. Se rindió a sus sentimientos, estaba totalmente enamorado de él. Quizás no sabía mucho sobre relaciones sociales, pero estaba seguro de lo que sentía al estar cerca del italiano.

—Alemania… —interrumpió deshaciendo el beso—. Ya no te irás, ¿verdad? No me dejarás solo de nuevo, ¿verdad? —el miedo se apoderó de él.

—Lo prometo —besó delicadamente su mejilla, sonriendo. Solo con él podía actuar de esa forma—. Me… me gustas, Italia, y no pienso dejarte ir —un rubor apareció en sus mejillas, también los rudos tienen sentimientos.

—Y a mí Alemania me gusta mucho, mucho, ve~ —se acurrucó en sus brazos, sintiéndose protegido—. Te ayudaré a recuperar la memoria, ¿nee~?

Asintió sonriendo. Al día siguiente dieron la noticia de su noviazgo, un claro enojo por parte de Romano apareció, pero fuera de lugar, varios les dijeron que ya se estaban tardando en dar ese pasó.

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