sábado, 18 de julio de 2015

[One-shot] Perdón, perdón.

Título: Perdón, perdón 
Categoría: Amour Sucré/Corazón de Melón
Pareja: Castiel x Nathaniel 
Género: Angst, AU 
Advertencias: OoC... tal vez 
Autor: Ziqu Roheart 
Palabras: 2000+ 
Tipo: One-shot, Songfic 
Estado: Finalizado
 
Resumen: A veces, el amar demasiado es más doloroso que el no amar en lo absoluto. Nathaniel lo aprende de la manera más dolorosa y decide que ya ha tenido suficiente.
 
Disclaimer:
Los personajes le pertenecen a ChiNoMiko. Yo solo los tomo para saciar mi curiosidad y ganas de escribir yaoi. Sin fines de lucro.

Notas:
Tenía muchas ganas de escribir yaoi, muchas. Así que dediqué parte de mi ocio para hacerlo y terminarlo. Tengo muchas ganas de escribir muchos fanfics, pero no tengo inspiración, sin embargo cuando escuché esta canción ellos fueron los primeros que me vinieron a la mente. Quise hacerlo muy angst, no creo haberlo logrado. En fin, espero que les guste.

Enjoy it!



Perdón, perdón
Por Ziqu


El sonido de la lluvia resonaba con cada gota que golpeaba en la ventana de aquel departamento en el que se encontraba, concretamente en la habitación en la que se encontraba. Sus ojos comenzaban a escocer debido a las lágrimas que amenazaban con salir de sus ojos, pero era aún más su fuerza de voluntad la que lo retenía firme y de pie. Frente a él se encontraba quien fuera la causa de todo ese dolor que oprimía fuertemente su corazón.

Esa persona por la que pensó, más de una vez, daría su vida sin hesitar. Cuán equivocado estaba al pensar que era un sentimiento mutuo.


Perdóname por ver colores en un cielo gris,
por convencerme que a tu lado iba a ser feliz
perdóname por entregarme a ti...


¿Pero qué más podía hacer si ya se encontraba en lo más profundo de ese amor? En donde solo tenía ojos para esa persona y sin importar que no siempre estuvieran de acuerdo en todo, él era la razón de su día a día. Su razón de ser. Su mundo. Su vida entera.

Todo parecía ir bien, su relación parecía sacada de un cuento de hadas quitando el hecho de que ambos eran hombres y que ninguno era príncipe. Pero habían atravesado por tanto para llegar hasta donde estaban que nadie podría negar la intervención de un algo mágico que sin duda los había mantenido juntos. Hasta ahora.


Te imaginé sincero cuando no era así
y si tenías ojos eran para mí;
discúlpame pero qué tonto fui.


Últimamente Castiel había estado actuando muy raro. Era común en él molestarlo hasta que terminaba recibiendo un golpe ligero de su parte para que parara o se le unía en el juego. Dos podían jugar el mismo juego, o algo así decía el dicho, ¿no? Pues así era como su relación era. Consistía en días agradables y llenos de diversión o simplemente aburridos pero pasándolos juntos. O al menos así era para él, porque tal parecía que el pelirrojo no lo tomaba de esa manera. No por la forma en la que su actitud cambió de un tiempo para acá.


Si bien era cierto que su pareja no era de mostrar mucho afecto en público, al menos tenía la certeza de que en la comodidad del apartamento que compartían se mostraba más abierto, aunque fuera un poco, pero lo hacía. Sin embargo, semanas atrás comenzó a notar que cada vez hablaban y se veían menos. Al principio lo atribuyó al hecho de que recién comenzaban, ambos, su último semestre de carrera universitaria y que debido a eso el tiempo que pasaban juntos se veía reducido. Ya saben, por eso de la carga académica y proyectos de titulación. Quiso creer que esa era la razón. Castiel no podía haberlo estado evitando a propósito sin razón aparente.


Los días pasaban y el pelirrojo apenas y le dirigía la palabra, salvo por los saludos de buenos días o buenas noches pero para entonces ya ni quiera recibía un beso con ellos. En su corazón él sabía que, de ser cierto que Castiel lo evitaba, debía haber una muy buena razón, mas no estaba del todo seguro de que ese fuera el caso. Lo más probable era que sus profesores le estuvieran dejando muchos deberes y él, siendo como es, aún un tanto rebelde y no muy paciente con la gente, estuviera esforzándose para terminar sus estudios y demostrarle a todo aquel que creía imposible su triunfo cuán equivocado estaba.

Pero aún así, una vocecita en su mente, muy queda y casi inexistente le decía que no era la escuela, que era algo más. Y él de verdad que no quería hacerle caso así que la ignoró y lo dejó pasar hasta que un día se dio cuenta de que esa misma voz resonó de nueva cuenta en su mente, solo que ahora más fuerte y clara.

Castiel lo había engañado.


Te idealicé a mi lado en mis noches y días
y me aferré a la idea que tú eras el amor de mi vida.


—Nath, por favor, déjame explicarte —suplicaba el pelirrojo, acercándosele.


—¿Explicarme? ¿El qué? ¿Que todo este tiempo me has visto la cara haciéndome creer que me amabas? —dijo él apretando fuertemente sus puños a la vez que sus ojos se entrecerraban debido al inmenso enojo que sentía recorrerle por completo logrando detener al otro en su intención de acercarse aún más—. ¿Cuándo pensabas decirme que solo era un juego, eh? ¿Cuando ya no quedara más de mí que pudiera darte?


—¡No es así! Por Dios, Nath, ¡déjame que te explique y verás que estás equivocado! —dijo Castiel alzando su voz unos decibeles, pero ni eso amedrentaba al rubio que solo creía en lo que había escuchado momentos antes cuando recién llegaba a casa, dispuesto a sorprender a su pareja invitándolo a cenar, pero recibiendo a su vez una confesión de amor. Una que no era para él sino para alguien al otro lado de la llamada que sostenía su novio.


—Claro que estoy equivocado —respondió Nathaniel dirigiéndose hacia el armario—. Equivocado en creer que tú eras esa persona especial en mi vida.


Hoy te pido perdón, perdón, perdón,
por haberte confiado sin dudar mi corazón,
entregar mi alma a tus brazos,
por confiar mi cuerpo en tus manos.


—¿Qué haces?


—¿Que no ves? Empaco mis cosas, me voy de aquí.


—¡No puedes irte! No lo permitiré —dijo el pelirrojo agarrando uno de los brazos del rubio, deteniendo su tarea de sacar toda su ropa—. ¡Estás siendo irracional, Nathaniel! ¿Por qué no me crees cuando te digo que es un malentendido?


Los ojos de Castiel se encontraban totalmente abiertos, mostrando sus pupilas dilatas mientras que su respiración se denotaba agitada. ¿Tanto así quería hacerle creer que lo que escuchó no fueron palabras de amor para quien quiera que fuera con quien estaba hablando? ¿Tanto así Castiel lo odiaba para tratar de retenerlo y seguir jugando con él a su antojo? Qué ingenuo que era. Obviamente siempre había sido un amor unilateral. Una risa tenue se escapó de sus labios que poco a poco se convirtió en una carcajada un tanto desquiciada.


—¡¿Cómo me pides que te crea cuando lo único que has hecho es evitarme?! Ya no me hablas, no me besas, ¡no me miras! ¡¿Cómo quieres que te crea?! —respondió al borde de la histeria sujetando al pelirrojo de los brazos, encarándolo. Al no recibir respuesta lo soltó y continuó con su labor de acomodar su ropa en una maleta.


Perdón, perdón, perdón,
por crearme esta falsa historia de amor.
Y te pido perdón,
por haber esperado demasiado de un perdedor.


Dolía. Obviamente dolía a horrores. Sus ojos hacía rato que habían cedido dejando salir esas lágrimas que con tanto ahínco había retenido, pero Castiel y sus ruegos lo hacían todo más difícil. ¿Para qué se esforzaba? El telón había caído y el acto de amantes había terminado. ¿Es que aún quería hacerle creer que realmente había algo entre ellos?


Sus ojos se posaron en una camiseta que tenía una mancha en un costado. Al instante su respiración y todo su cuerpo se paralizaron. ¡Eso era! ¡Era por eso que Castiel lo había estado evitando! Estrujando entre sus manos la pieza alzó su rostro para ver al susodicho, que estaba viéndolo por igual.


—Muy bien jugado, Cas —dijo resaltando el apodo con el que solía llamarlo cuando se sentía feliz—. Una vez que obtuviste lo que quisiste, te deshaces de mí, ¿no?


—¿De qué hablas? —preguntó a su vez el aludido, sorprendido por tan repentino cambio de actitud de su compañero. De extremo enojo a frialdad. Luego fijó su vista en lo que el otro sostenía en sus manos y algo hizo clic en su cabeza—. No, ¡joder no! Nath, yo nunca haría…


—¡Exactamente! —le interrumpió—. Nunca en todos los años que hemos estado juntos me habías tocado de esa forma y cuando por fin accedí, muestras tus verdaderas intenciones —porque era cierto. Tantos años juntos y aún así nunca habían tenido encuentros íntimos más que nada a causa de él y sus inseguridades. Pero en un momento de debilidad, en una tarde cualquiera en la que se encontraban sentados en la sala, disfrutando de una película mientras comían helado, al pelirrojo se le ocurrió jugar con su cabello lo que ocasionó una serie de eventos que terminó con ellos en el suelo y el helado derramado en la camisa del rubio. Luego, por querer ayudarle a quitarse la camisa, las manos de Castiel en su abdomen se habían sentido… bien.


Un jadeo amortiguado en su garganta encendió la mecha en Castiel quien le miró con ojos afiebrados y nublados por algo que no supo interpretar; lo único que sí supo fue que de un momento a otro ambos estaban en la cama y el pelirrojo le había enseñado las estrellas.

Entonces la realización le vino como un rayo. Así que sí era cierto. Después de ese único encuentro Castiel había comenzado a portarse distante. Le rehuía como si fuera la peste.


Me dabas señales pero no las veía,
creía que un día de pronto tú cambiarías.
No puede ser, que estúpido me vi.


—¿Qué más obvio que eso? Me entregué a ti, ¿y qué hiciste tú? Comenzaste a evadirme. De seguro le contabas todo a tu amante, ¿verdad? Es por eso que ya no me hablaste tanto como antes después de eso, porque por fin habías cumplido tu meta.


—¡Que no es así, con un demonio! —rebatió el pelirrojo, acercándosele de nueva cuenta.

Nathaniel tan solo se soltó del nuevo agarre en su brazo y terminando de meter ropa en la maleta se dirigió a la sala por sus cosas de la escuela. Castiel casi pisándole los talones.


—Nath, por favor, sólo escúchame —rogó su ahora ex pareja, sonando casi convincente. Casi.


—¿Para qué? ¿Para que te perdone y luego vayas a contarle a tu amante y se sigan riendo de mí? No soy tan estúpido para seguir siendo manipulado por tu teatrito —juntó su bolso con sus libros de la escuela y encaró una vez más, por última vez, al que había amado con fervor durante toda su estancia en la universidad—. Pensé que un día llegarías a amarme, Castiel, de verdad lo creí. Fui paciente contigo y acepté sin dudar todo lo que implicaba formar una relación contigo aunque todo el mundo me hubo advertido de tu carácter. Te acepté tal cual y como eras en ese entonces porque creí, seriamente CREÍ, que algún día cambiarías por mí…


Su voz sonaba quebrada y las lágrimas corrían aún más abundantes desde sus ojos. El dolor reflejado en esas orbes color ámbar eran tan tangible que estaba seguro el pelirrojo casi podría tocarlo. Y por si fuera poco, su cuerpo había comenzado a temblar. Solo esperaba que el otro no se diera cuenta, no quería darle más razones para burlarse de él.


—Se acabó, Castiel —tragó duro y sin mirar atrás salió del apartamento.


Te idealicé a mi lado en mis noches y días
Y me aferré a la idea que tú eras el amor de mi vida


Sin escuchar lo que otro había dicho salió rápido del lugar y se metió en su auto. Encendió el motor y lo puso en marcha sin un rumbo fijo. Entre más rápido abandonara el lugar, más rápido empezaría su nueva vida.


Hoy te pido perdón, perdón, perdón,
por haberte confiado sin dudar mi corazón…


Una nueva vida sin corazón, porque el suyo se había quedado en aquel departamento, aunque destrozado estaba lleno de todo el amor que una vez profesó hacia la única persona que lo había hecho sentir algo más que dolor y miedo. Porque eso era lo que sentía en ese momento. Eso era lo único que podía sentir de nuevo.


Entregar mi alma a tus brazos,
por confiar mi cuerpo en tus manos...


Así que dejaría todo atrás. Alma, corazón, ilusiones y miles de promesas. Ya no los necesitaba. ¿Para qué? Solo serían un estorbo en esa nueva etapa. Un nuevo capítulo de su vida forjado a base de mentiras, engaños y burlas a sus espaldas. Por eso era mejor dejar todo allá donde una vez fue feliz aunque hubiese sido todo una treta.


Perdón, perdón, perdón,
por crearme esta falsa historia de amor…


Sin poder soportarlo más se orilló y detuvo el motor. Así no podía continuar manejando, lo sabía bien, pero deseaba tanto seguir avanzando, tanto como pudiera, para amortiguar el punzante dolor en su pecho que no le importaba ya nada. Dejó caer su cabeza en el volante que apretaba fuertemente entre sus manos, deseando desaparecer en ese momento que no pudo más que cerrar sus ojos.


Y te pido perdón…


Y gritó. Gritó con tanta fuerza y tan desgarradoramente que si no fuera por la lluvia podrían haberle escuchado. Y lloró. Y en ese momento una parte dentro de él, una parte que creía haber dejado por completo en aquel lugar, murió.


Por haber esperado demasiado de un perdedor.



 -Finem-

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Tus comentarios son el alimento para cada autor~